jueves, 22 de septiembre de 2011

historias de agapornis


Érase una vez una niña muy pequeña que soñaba con volar. Pasaba horas y horas imaginando cómo sería tener alas, volar de un sitio a otro, mirar desde el tejado a los otros niños y así, soñando, se le iban las horas.
Todos los días, aquella niña, observaba a los pajarillos desde la ventana de su habitación y se decía que ojala fuera uno de ellos, pues le encantaban sus alegres cánticos y sus vistosos colores. La pequeña agitaba sus bracitos imitando a los pájaros y pensaba que, si conseguía dominar aquel movimiento, tal vez podría volar.
Una mañana de verano, la niña decidió que estaba preparada para intentar volar, había ensayado durante horas y creía que el movimiento de sus brazos era perfecto. Aquella mañana, parecía que los pájaros cantaban más que nunca. Así que, animada, por el dulce cantar de sus alados amiguitos, la niña se decidió por fin a saltar desde la ventana.

Cuando la niña despertó, descubrió que estaba en un lugar que no conocía y que a su lado aguardaba una señora que a la pequeña le pareció muy guapa. Después de observarla durante un buen rato, descubrió maravillada que aquella mujer tenía alas y al mirarse a sí misma, se dio cuenta de que también tenía dos hermosas alas blancas. La niña estaba feliz, pues por fin su sueño se había hecho realidad: ¡Con aquellas alas podía volar!En ese momento, la señora habló y le explicó que ahora era un ángel, ya que al saltar desde la ventana, había muerto. La señora le mostró lo tristes y desolados que había quedado sus padres con su marcha y la niña sintió una inmensa pena, nunca se había parado a pensar en las consecuencias que podrían traer sus juegos. Le preguntó a la señora de qué manera podía ayudar a que sus padres se sintieran mejor. Entonces, la bella mujer le preguntó si tal vez le gustaría volver con ellos.-¡Claro!- contestó la niña- Pero ya no podrás ser la niña que eras- replicó la mujer La señora con alas le explicó que la única forma de regresar era convertida en pajarito. -No te preocupes- le dijo- hay muchos como tú, se llaman agapornis o pájaros del amor y los reconocerás por sus colores vivos y porque son muy juguetones. Son otros niños que también sintieron la necesidad de volver a sus hogares y ayudar a los demás con su alegría. ¿Sigues queriendo volver?-¡Sí, por favor!Así fue como una mañana soleada de verano, muy similiar a aquella otra en la que se marchó, la niña agaporni entró por la ventana de la cocina de su antigua casa, posándose en el hombro de su madre primero y en el de su padre después, haciendo que ambos volvieran nuevamente a sonreir. Desde ese monento, la niña agaporni vivió de nuevo con su familia, llenando de felicidad los corazones de cuantos la rodearon.Cuando veas un agaporni, recuerda que solo es un niño pequeño con ganas de jugar, así que quiérelo mucho, necesitará todo tu cariño.                                                                                                                                                    

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